viernes, 25 de febrero de 2011

Si, vale, se que os tengo abandonados...
Os dejo un par de fotos para compensar :) 






Me preocupa lo que callas, no lo que dices...



La naturalidad es la más difícil de las poses.

jueves, 10 de febrero de 2011

Seis.

Es curioso como en los mejores momentos de mi vida no se me ocurre nada que escribir y sin embargo en días como hoy el cuaderno parece llamarme a gritos.
¿No os parece egoísta? A todos nos gusta, o necesitamos, compartir las alegrías, pero cuando lo que nos ocurre es malo somos capaces de recordarlo y asegurarnos de que el resto lo tenga presente durante meses o incluso años.
   Y en eso estamos hoy, o estoy yo sola porque no es algo que haya querido transmitir a los que me rodean. Quizá ya sea el momento de hacerlo.
 La verdad es que después de haber maquillado emociones y disimulado altibajos durante todo este tiempo creo que no lo he hecho nada mal.
 Seis meses, medio año, unas veinticuatro semanas, y dicho así suena a poco.
Quiero que imagines que por cada letra que escribo tengo una imagen y un minuto perdida en su ausencia o disfrutando de su recuerdo.
Y no, no ha sido fácil, bah; no voy a hablar de lágrimas a estas alturas y además, los monstruos no sabemos llorar.
¿Pero por qué no expresar de una vez esto?
Sí, le quería y le quiero, pero no es lo que han pensado todos a quienes he intentado explicárselo. No es amor, ni siquiera puede llamarse amistad.
Admito que incluso yo confundí sentimientos y que se me aceleraba el corazón si pensaba en él, pero ahora, con el tiempo todo está claro. Para que alguien a parte de mi lo entienda lo llamaré confianza.
La que tan difícil de dar era para ambos y que sin embargo nos regalamos sin miedo alguno.
Y cuando digo confianza no me refiero a esos secretos incontables ni a poner mi vida en sus manos. Hablo de libertad, del hecho de que fuese la única persona con la que fui yo misma. Sin cerrarnos para evitar un golpe, gritando sentimientos y compartiéndolos, olvidando el entorno y sus absurdos juicios.
Si me apetecía abrazarle lo hacía, y si quería llevarse mi alma solo tenía que hacer un gesto. Y él lo sabía, pero no lo hizo.
Pero durante mucho tiempo pensé que yo ya no era nada, que me había dado la vida para llevársela después, que tres horas en barco separaban mi alma de mi cuerpo.
Y ahora sé que me equivocaba, pues él solo se llevó promesas, no de las que juran eternidad, sino de las que se cuentan con la mirada porque dos almas que son una no necesitan palabras.
No sé si me recuerda y tampoco si voy a volver a abrazarle pero al menos siento que hice lo correcto. Puede que algún día vuelva a obedecer a mi corazón en lugar de guiarme por el miedo. Tal vez dentro de otros seis meses, cuando vuelva a verle y deje de dolerme sentir que conforme se deterioran sus recuerdos muere una parte de mí.

lunes, 7 de febrero de 2011

La verdadera historia (:

Hoy lo he visto, quizá después de todo, este vaya a ser mi día revelación. Aunque también es posible que me haya vuelto definitivamente loca, supongo que nadie apreciará la diferencia.
El caso es que cerré los ojos un rato intentando volverme invisible, como cada día,  y lo primero que vino a mi mente  fue el gato rosa de Alicia en el País de las Maravillas, y no sé, creo que ahora todo tiene más sentido.
Nunca había entendido por qué tenía yo que llamarme como esa niñita rubia de vestido y ojos azules que un buen día se cayó dentro de una madriguera, ni por qué mis compañeros-troll tenían que recordármelo. Si lo más profundo que yo había caído había sido por las escaleras del sótano...
Empecé a darle vueltas y hallé en mi cabeza la auténtica historia, la que jamás se ha contado porque no tiene nada de mágico.
Siento decepcionaros pero Alicia no es una niña inocente y llorica, y tampoco ha estado dispuesta a hacer caso a ese estúpido conejo que solo sabe recordarnos que la vida se escapa y pretende que nos afanemos en estar en el lugar y el momento adecuados.
No, para nada, si tiene que perseguir algo ese algo serán sus sueños.
Pues esto, como decía, Alicia es una pequeña rebelde tan llena de curiosidad como de vida, una niña extremadamente torpe que no sabe que todos los golpes que recibe ahora la condicionarán mañana.
Ella tampoco toma té, y antes de luchar contra la maldad (en vuestra versión la llaman “Reina de Corazones”)  se aseguró de recorrer Wonderland pasando quizá demasiado tiempo con aquel gusano fumador de opio.
Para los que se interesen por lo que fue de Alice, se enamoró del misterio del que era, al fin y al cabo su gato y se quedaron allí, en el país de los sueños. Sin necesidad de cohetes ni perdices.


Tú tampoco sabes mi nombre...
 





;)

- Antipática.

- Baaaah, solo era una borma :D

- ¿BORMA? ¡Borma! sisisi...

- ¿Qué más da borma o broma si solo me estoy riendo de ti?

¿Dónde habéis dejado la esencia?

Sí, estoy aquí, delante de mi ordenador intentando escribir algo, un capítulo dos o un desenlace feliz, no sé, algo.
Y sí, también tengo bastantes ideas que podría desarrollar con facilidad y surgirían textos de eso que levantan comentarios positivos, quizá, por qué no.
Pero no, hoy no, bueno, ni ayer y tampoco el otro.
Y veréis, lo que pasa es que estoy desmotivada o enfadada, que sabré yo a estas alturas.
Yo hice este blog para que la gente leyese mis textos y los ayudasen, o los inspirasen o simplemente sofocaran algo el aburrimiento, ¿lo de los seguidores? Bah, que más dará.
Si dejo por ahí mi link es para eso, nada más. Realmente no es ese el espíritu que encuentro en la mayoría de los blogs por los que me paso. ¿De qué va eso de sígueme y te sigo, comenta y comento?
Lo siento, de veras, pero me da la sensación de que muchos se han pasado por aquí solo para dejar sus links en un comentario, sin siquiera pararse a leer estas letras pesadas y cursis que suelo escribir.
Y sí, por su puesto que veo los vuestros, pero no, no voy a seguirte si tienes un blog vacío, y si por tener criterio nadie va a ver lo que escribo, en serio, no me importa.
Así que si no te gusta lo que lees, no me sigas, no comentes, porque verás, se nota cuando mentis.
Y como no me gusta generalizar, deciros que el mayor de los placeres de tener este blog es darme una vuelta por esos a los que sigo y disfrutar de las sensaciones que me provocáis con vuestros textos, gracias por tener alma, corazón, talento o como lo queráis llamar.

jueves, 3 de febrero de 2011

Adiós corazón, adiós.

Me besó a sabiendas de que sería la última vez, y yo, tonto como siempre, quise perderme en su cabello rojizo y que aquel contacto fuese eterno, a sabiendas también de que no iba a serlo.
Sentí como su lengua se deslizaba por mis labios y noté como me desmoronaba poco a poco.
Ella era mi mundo, mi vida, la persona que había hecho que me replantease cada una de las ideas que yo tenía sobre esto a lo que llaman amor. Gracias a ella supe que jamás había amado a nadie, que la clave estaba en por quién se muere y no en por quién se mata.
Pero ahora nada de eso le importaba, ni eso ni la manera en la que sonreíamos al pasar horas tirados en la hierba, los atardeceres en la costa y el primer beso. Sin pararnos a pensar en el entorno, en lo adecuado y lo incorrecto, en lo coherente y lo considerado locura.
Simplemente nosotros, yo y ella cuando terminó ese beso.
Me acarició el pelo y después la mejilla con sus manos frías, intenté engañarme pensando que no quería irse y ella que me conocía más que nadie me susurró cuatro palabras. Para cuando terminó de pronunciar la última, una lágrima se hacía transeúnte de mi mejilla, como si quisiera adelantarse al resto, recordándonos a ambos el sufrimiento que me aguardaba.
Su última frase no mintió; Sabes que te quiero, pero fue tan cierta como dolorosa; pues no había nada en el mundo que me hiciese más daño que el saber que a ella también lo pasaría mal.
Y no necesitaba palabra alguna para saberlo, solo tenía que mirarla a los ojos, esos que jamás había visto llorar, ellos, siempre espejos del alma.
Se apartó un poco de mí con cuidado y enjugó aquella gota antes de que esta tomara la curva de mi cuello.
Entonces percibí el tono de la indecisión en su iris, por segunda vez en quince meses, así que me preparé para una reacción que no se produjo y disfruté de nuestra última mirada. Besó la piel húmeda de mi cara y yo hice un intento de sonreír para hacérselo más fácil.
Desenredó sus manos de mi cintura y se fue.
Me quedé allí, congelado como sus manos, recordando las ocasiones en las que ella me acariciaba con la yema de los dedos y cómo me estremecía cuando tocaba mi cálida piel.
Paseé por mi memoria reviviendo sensaciones que ya no volverían, como cuando se empeñaba en comer helado, aunque hiciesen dos grados bajo cero, y yo me moría de frío sin decir nada, disimulando en ocasiones los temblores para que ella pudiese continuar disfrutando de su momento.
Me di cuenta de que estaba inmóvil en el centro del parque y rodeado de viejecillas que charlaban animadamente sobre lo que yo  llevaba o dejaba de llevar.
Decidí que no tenía ánimo para moverme un solo centímetro, pero tampoco ganas de estallar allí, o lo que quiera que fuese a pasar.
Así que caminé hasta casa sin sentir mi cuerpo.
Me enteré de que estaba lloviendo cuando entré y mi madre comenzó a hablar sin detenerse siquiera para respirar cosas que podía oír pero no escuchar.
Entonces era algo más consciente de mi mismo pero no podía fijar mi atención en otra cosa que en cada paso que daba, se me hacía pesado cada movimiento y mi marcha me parecía cada vez más lenta.
Entré en mi cuarto y cerré la puerta. Me acosté boca arriba en la cama, eso sí, con la inseparable compañía de aquel bolígrafo que tantas alegrías y penas había contado y el nuevo protagonista de mi vida.
Por suerte o por desgracia, mi estilográfico y el señor dolor se fundieron en una especie de simbiosis que se transformó, más o menos, en esto que lees ahora.