domingo, 20 de noviembre de 2011

Que ni tú eres mía ni yo soy tuyo.



- Podríamos haber estado juntos, te quise mucho. 
- Lo sé. 
- Pero tú no... tú no me correspondías.
- Te amaba.
- ¿Cuál era el problema entonces? -un poco tarde para preguntarlo.
- Que también quería a otra persona.
Una chispa en sus ojos. - ¿A quién? 
- A mí misma.
Ven si tienes planes

lunes, 14 de noviembre de 2011

Os vais todos a la mierda, pero solo un ratito.

 
Ellos no saben las cosas que vivimos, si me caigo solo me levantaré. (...) 
Miedo al qué dirán ahora tiene el que critica, vas a empezar a sonar más potente cuando la boca se te haga más chica. 
Pregúntaselo a mi sombra que conmigo siempre ha caminado. Mi sombra, sí, la que va detrás de mi, ¡eres un tipo tan arrogante que hasta tu sombra habla mal de tí!

sábado, 12 de noviembre de 2011

Tiempo para reflexionar.



Intentar hacer como si no existiesen o no darles más vueltas. Y lo conseguimos, puedes dejar de lado tus propios problemas pero ten claro que, antes o después, volverán.
Quizá la aparición de un nuevo rompecabezas traiga consigo los restos de todos los puzles que dejaste a medias. O una palabra despreciativa de cualquiera debilite hasta la expiración tu aparente seguridad y te conviertas de nuevo en un ser débil que desconfía del resto porque, no a falta de motivos, se siente juzgado.                                                                                                                
El desencadenante puede ser aún más simple; una canción, una mirada, un suceso que te produzca un déjà-vu, un gesto... Siempre vuelven y para entonces no hay tregua concebible.

Y ya puedes probarlo todo, pero subir el volumen de la música hasta que te duelan hasta las antenas del caracol del oído izquierdo no conseguirá sepultar lo que se cuece en tu cabeza. Y aquí viene la primera y más básica de las cosas que deberíamos hacer; encontrar tiempo para pensar. Pensar en tu entorno y, para callar tu ego-conciencia, un poco en el resto del mundo.                                                                                                                                        Recuerda que nadie es quién para juzgarte así que me limitaré a mencionar aquellas cosas que, considero, justifican sobradamente el esfuerzo invertido en ellas.

Merece la pena apagar en móvil y pensar en qué es de ti y tu felicidad; madrugar para ver amanecer o dormir fuera para observar las estrellas. Salvar cualquier distancia merece la pena si al otro lado te espera alguien que te ama con locura; incluso llorar en una despedida tiene su valor si esto demuestra lo mucho que vas a echarle de menos.
Pasar una hora de pie, entre gritos de padres pseudo-adultos merece la pena si es para ver a tu sobrino jugar el primer partido de la liga pre-benjamines. Independientemente de si pierden o ganan con siete de diferencia.    
Tal vez solo ha sido un dia raro y mañana todo esto me importe tanto como que en este instante está germinando una semilla en algún rincón del mundo, pero sé que tengo que organizar mis prioridades y partiré de una certeza: Querer merece la pena. Pese al daño y a la limitación del amor en el tiempo. Solamente por lo que con cerrar los ojos podemos imaginar cuando amamos y por esa sensación de ingravidez, amigo mío, ¿quién no sabe volar entonces?

Especialmente hoy soy consciente de la importancia del aprendizaje para la VIDA propiamente dicha, ya sabes, ese conjunto de experiencias a lo largo de un puñado inestable y terriblemente finito de minutos, porque esta misma noche un libro me ha enseñado que en la vida hay cuestiones que simplemente merecen la pena.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El universo y tú, tú, mi universo.

Llegar a casa, vomitar y un vaso de agua. Siete lágrimas y a la cama. Abro un ojo y miro a la ventana, amanece el día con su luz templada. Primera mañana de invierno, tengo frío, tengo frío en el alma.
       Vuelvo a dormirme y te sueño, sueño como te desnudabas, sueño que vuelves con tus palabras y que vamos a hacerlo todo, todo lo que yo quiera porque eres mía y todo lo que desees porque tuya es mi cama.
No sé si estoy dormido o drogado pero no quiero moverme de esta sala.
Cuanto te quise, tanto te di. Cuanto te amé, tan poco me amabas.

     Deliro al no topar con tu mirada, al buscar mis labios tu piel y regresar sin nada.
Te me has llevado contigo, me has robado las ganas. Décimo cuarta tarde de invierno y qué helado me siento, que vacío has dejado.




El universo nos quiso mirar y vernos infinitos, pero tú ya no estabas.

martes, 1 de noviembre de 2011

Aujourd'hui, ça commence avec toi.



 Pequeña mía, te miro y te veo tan feliz que casi te envidio. Te observo sonreír resplandeciente cada mañana cuando mamá te despierta con una canción y no entiendo cómo no supe apreciarlo; me entristece pensar que pronto preferirás el monótono sonido de un puto reloj o la melodía de tu móvil.
Te veo desplegar tus encantos de bebé con cualquiera que te digna una sonrisa, alzar las manos desde tu cuna esperando que alguien te rescate de tu pequeña cárcel de metal. Y así discurren todos tus días, y si algo te ocurre no tienes más que llorar; llorar de hambre, porque te sale el tercer diente o porque echas de menos a papá. Llorar despacio o llorar fuerte para protestar.
Y por la noche te observo regresar al efímero letargo de tus sueños y vuelves a parecer un ángel, que lo eres y no quiero que salgas nunca de ese mundo, permanece ahí tanto tiempo como puedas porque al despertar, mi pequeña, al despertar no hayarás más que soledad.
Te darás cuenta de que los cuentos no son como te los contaban y no te dejarán cambiar la realidad. Y si lloras deberás hacerlo en silencio para no molestar. También habrá gente que desee tus lágrimas, no los dejes saber, no los dejes ganar.
Descubrirás que no hay príncipes azules ni princesas a las que amar, dejarán de cantarte canciones y solo quedará luchar. No quiero toda esta mierda para ti y por eso protesto aunque me hagan callar. No permitas que te obliguen a asentir, asegura tu libertad.
Pero aún es pronto para ti, por ahora solo regálanos tu preciosa sonrisa. Descansa, pequeña mía, duerme, no dejes de soñar...