lunes, 30 de enero de 2012

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Ese encanto encantador que tienes; que solo tú me encuentras y me pierdes, y quién sabe, tal vez sería mejor dejarlo así.                                                                                                                                                 En este "nuestro mundo" que no es tan nuestro como mío, porque yo sola lo he creado, en fin. En este lugar, momento y estado de los dos en el que tanto y tan poco nos amamos. En este lugar de mi imaginación tan lleno de quizáces y tan carente de certezas.
En este sin razón en el que me sumerjes, en ese nosequé tuyo y solo tuyo antes mencionado que mece la cesta en la que estamos. Tú; caramelo de fresa con un toque de limón, PERFECTO en tu combinación de dulce y ácido. Inigualable siempre, inevitable tentación a veces. Y yo, de tan común y efímero sabor a coca-cola que ya solo sé que quiero que vengas a decirme que te encanta mi cafeína. Pero no vas a hacerlo porque tal vez también es mejor así, que sigas sorprendiéndome, poniéndolo menos fácil o más dificil.                                                                                                             
Que desconózcote, que no te conozco, o no me conozco a mi.
Pero yo, siempre yo barajando ahora un nosotros infinito que ni siquiera ha comenzado y se plantea enormemente imposible.                                                                                                                                                             

viernes, 6 de enero de 2012

Inev. Parte 1.

Lucas era un chico de puerto. De los que crecen ente olas y dan besos de sal. De esos de media melena de erizos rizos rizados sin peinar. Desde niño había levantado pasiones sin pretenderlo, y casi sin inmutarse, un día descubrió que su única razón era Sol. Pero esa es otra historia.
Sol era una chica charol. De esas con falda sin vuelo y zapatos impecables. De las que enamoran con dulces sonrisas y dan besos de caramelo. Esas que lucen sedosa melena hasta poco más abajo del hombro. Durante su infancia había encandilado a cientos sin darse cuenta, hasta que un día descubrió que su única razón era Lucas.

Los besos robados en las mejillas se convirtieron con los años en rituales más apasionados, y así dos adolescentes solapaban sus historias y sus cuerpos y se convertían en uno. Sin más necesidad que el sabor agridulce del amor en la playa.
Pero los labios de Sol suplicaban un poco de esa dulzura añorada, el calor de una caricia sin intención, la protección de un abrazo al nacer la mañana...
Pero las manos de Lucas no entendían de azúcar, de flores recién cortadas ni de aguas de colonias. Entendían de amor, de los colores de la brisa marina en las noches cerradas.
 Sol no sabe aceptar, Lucas no sabe amarla... y Sol se refugia en los brazos de Antón y se deja acunar el alma.